viernes, 29 de mayo de 2009

Por los rieles de la revista En Viaje



por Eduardo Robledo

La manecilla de la pantalla comienza a dar vueltas y el rollo del microfilm de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional inicia la historia de la legendaria revista “En Viaje”, cuerpo comunicacional de Ferrocarriles del Estado, la que junto a “Hoy”, “Ercilla”, “Estudios” ha sido sin lugar a dudas la decana de todo el mundo revisteril que ha circulado en nuestro país. En su primer editorial, que data del año 1933 es posible leer lo central de “En Viaje”, “...no sólo hay que ofrecerle al que viaja esa sensación de naturaleza. Es preciso darle también amenidad a la mente”. Entendamos además que las segmentaciones sociales todavía estaban fuera del lente quirúrgico del marketing, por lo que con solo dos pesos cualquier persona podía adquirir un ejemplar.
Por su parte, Ferrocarriles del Estado le dio la manutención a lo largo de los 470 números que distintas generaciones de chilenos pudieron hurgar en sus sabrosas páginas, quedando así en la retina longitudinal de la memoria de nuestra vida republicana y democrática.


Este hito editorial marcó la pauta en los más diversos estadios de la vida social y cultural de Chile. Consecuentemente con ello, conformó un eje distintivo de la más exquisita pluralidad, en cuanto al cobijo de temáticas y opiniones de una alquimia infinita de plumas que plasmaron sus hojas, y en esta ecuación por supuesto la inquieta presencia de lo mejor de la tradición literaria chilena.
La idea visionaria de una revista para un tren cumplió roles y objetivos no pensados. De ser un medio institucional abocado al informe de itinerarios del tráfico de trenes y entretenidos acentos turísticos, llegó a ser la mejor revista de Sudamérica, con un constructo de 50 páginas en sus inicios y más de doscientas en su mejor época.
Este dueto, comunicación y transporte, compensó las infinitas necesidades de toda la gente. Cuando en algunas regiones escaseaba el trabajo, los obreros se transportaban en tren para una búsqueda más expedita de las plazas laborales en regiones vecinas.
A los gustos exigentes del buen vestir aislados de la metrópolis, les calzaba perfectamente la revista “En Viaje”, informándose mensualmente del último grito de la moda y del peinado parisino graficado con viñetas de profusos colores, dicho sea de paso con una publicidad de vanguardia.
Asimismo proporcionó a la vida social aristas insospechadas para la época, de hecho el paso de un tren por una estación significaba un evento que no dejaba indiferente a hombres y mujeres que se paseaban con ocultos intereses de un extremo a otro de la estación con la revista “En Viaje” en la mano, haciendo creer la espera o el embarque de un próximo convoy. Pero las estratagemas disimulaban ansias de conquista o el encuentro de amantes furtivos en el arrebol del ocaso, en el predispuesto desvío a la hora de la misa.

Algunos brochazos políticos
Para no herir susceptibilidades y trastocar de alguna manera la esencia de la revista, se evitó abrirla al frondoso mundo de la política, al respecto, aparecieron solo algunos artículos ocasionales. El que más resaltó tendenciosamente, fue firmado por Guillermo Sánchez y Luis Gonzalo Coloma (1958), dirigentes del Comando Nacional ferroviario alessandrista independiente, titulado “Aporte de Ferroviarios en una Memorable Jornada Cívica”, en que se destacó la celebración del Comando Nacional que hizo posible la llegada de Jorge Alessandri a la presidencia. Según Sánchez y Coloma, la dirección de este braceo iría en pro de “resolver favorablemente los problemas que afectan a todos los ferroviarios, sin excepción odiosa, sin prepotencia de vencedor en la querella del vencido”.


A propósito de brochazos importa mencionar la odisea política experimentada por el patrono de los carrilanos William Wheelwright, al presentar su proyecto del ferrocarril en Chile a los recalcitrantes políticos de la época, en especial la del marqués de Illapel José Miguel Irarrázaval, cuyo discurso interesado irrumpió en el hemiciclo: “Esto no me gusta y no debería tampoco ser del agrado de sus señorías. El ferrocarril significará un golpe de muerte a los birlochos, a las diligencias, a las carretas y a las tropas de mulas. Por eso yo les exijo pies de plomo a sus señorías, antes de dar el irreflexivo paso que se les ha pedido...”. Para suerte de Wheelwright, el presidente Manuel Bulnes contaba con la ejecutiva influencia de Andrés Bello, quien refutará los argumentos del marqués de Illapel. Así un 20 de noviembre de 1849 Bulnes firma el decreto que creaba la “Compañía del Ferrocarril de Copiapó”.

A la altura de los acontecimientos
Pese al carácter de magazine de la revista, ésta se puso en sintonía con los hitos noticiosos del momento que hacían peligrar la paz del mundo, como fuera la Segunda Guerra Mundial. Crónicas, reflexiones y comentarios relataron los trágicos procesos, escaramuzas y campañas de la bota nazi. A pesar que en esos años los soportes comunicacionales eran del todo escasos, igualmente “En Viaje” trataba de mantener informados a sus lectores. Ello explica que desde octubre de 1939 se mantuvo regularmente una cronología de la guerra, firmada por la redacción bajo el título: “Calendario de Guerra”: -Chamberlain y Halifax informan al Parlamento sobre la situación internacional, así como las gestiones de arreglo empeñadas entre Berlín y Londres- Francia intensifica sus preparativos bélicos- El gobierno de Moscú resuelve enviar tropas a las fronteras occidentales- Holanda y Bélgica ofrecen sus buenos oficios ante la crítica situación internacional. Polonia, Francia y Gran Bretaña los aceptan, pero Hitler se limita a agradecerlos.- Ante los ecos de guerra no se hicieron esperar colaboraciones como la de Elmer Green, quien en enero de 1940 comenta: “Gran Bretaña luchará, esta vez empleando la misma táctica que contra Napoleón y Guillermo II”. El escritor de “Contrapunto”, Aldous Huxley, aparece con un excelente artículo intitulado “La guerra no es natural” en que sostiene: “El hombre es el único animal capaz de organizar el asesinato en masas de su propia especie”. “Parece que los testimonios arqueológicos conducen a la conclusión de que la guerra surgió en un momento particular de la historia, en los albores de la civilización”.

En Viaje por el arte
Es sin lugar a dudas una de las especificidades más regulares y metódicas de la revista “En Viaje” en que destacaron Ricardo Bindis y Alfredo Aliaga Santos, dedicados a la evolución y desarrollo del arte chileno. La cuentista y crítica, Olga Arratia, por su parte, lideró cuantitativamente las páginas de la revista con numerosos artículos orientados con preferencia a la crítica y difusión del arte plástico a través de su columna “Glosario Artístico”.
Oreste Plath, fue otro de los concienzudos que escribiera desde los comienzos hasta el final de “En Viaje”. Su esclarecedora mirada y juicios sin devaneos, hicieron de Oreste Plath uno de los investigadores más importantes de nuestro país, buen ejemplo de ello es el artículo “Condiciones Actuales del Arte Popular en Chile”, en que sostiene: “El arte popular sufre alteraciones que muchas veces no corresponden a una evolución sino a una involución. La alteración, la degeneración, la mistificación no es evolución. No se pueden aceptar alteraciones en nombre de una evolución, cuando simplemente es una degeneración. Tambien es imprudente una asimilación forzada porque lleva a la extinción”.
En el área de la plástica escultórica, David Ojeda Leveque percute la memoria en julio de 1960 con la entrevista al premio Nacional de Arte Totila Albert, quien ha destacado entre otras cosas por el monumento que erigiera al pensador uruguayo, José Enrique Rodó. A los 23 años ingresa a Berlín en medio de la barbarie de la Primera Guerra Mundial, en ese cuadro de indefensión humana plasmó sus primeras inquietudes escultóricas. En esa época brillaban las manos de los alemanes Lehmbruck, Baclach y Metzner, éste último simpatizó mucho con Totila teniendo una predilección por trabajar con él. Ante la hiperestesia de Albert, la crítica europea no tardó en reconocer las cualidades excepcionales de este chileno de padre alemán que retorna al país en 1923 cargando la idea de la realización de su primera exposición.
A Leveque le responde sobre el arte –El arte, amigo mío, es ingrato. En estos países de América hay indiferencia de parte del público para valorar y estimular la escultura. Varios factores la promueven: mucha cultura adocenada, mucho deporte en las masas pero falta de vuelo estético. -¿Y en Europa, Albert? –allá es distinto. Se palpa más comprensión hacia la escultura y la pintura. Existe mayor hermandad entre los artistas, más aire de universalidad para crear, menos testarudez crítica para definir limpiamente las innovaciones contemporáneas-.
Pero la verdad, de la grandeza de Totila ya se sabía en Europa y se plasmaba de la siguiente manera “Tiene un estilo muy evolucionado. Por todas sus figuras ha pasado, enloqueciéndolas, crispándolas hasta lo inconcebible, el soplo bíblico del Génesis. De cada estatua, de cada grupo irrumpe el clamor apocalíptico de la humanidad”.

Los guardianes del tren
Son un grupo considerable de columnistas que escribieron técnicos y elogiosos comentarios, sobre el aporte y futuro del tren. Estos podían ser empleados de ferrocarriles, obreros, ingenieros o artistas, escritores e historiadores, quienes palparon el sudor de los trabajadores en el color oscuro del acero o la bella melodía en el serpenteo de los rieles orillando una montaña. De número a número aparecieron los nombres de Raúl Morales Alvarez, Guillermo Arrieta, Jacobo Danke, Julio Arriagada Herrera, Roberto Montadon, George Geville, Angel Toledo y tantos otros señalizados como románticos amantes del tren. Todos ellos mostraron a través de sus escritos el asombro que les invadía semejante invento. Prueba de ello, el propio Benjamín Vicuña Mackenna dio un periplo, ocho meses antes por la inconclusa línea ferroviaria de Valparaíso a Santiago. Sorprendido por lo que vio, escribe una carta a un amigo, relatándole la travesía, días más tarde se publica en “El Mercurio de Valparaíso” bajo el genuino título de: “Viaje por la República Carrilana”.
Cuando el tren comienza a peligrar a causa del acelerado incremento del transporte de camiones con sus costosos y dudable progreso, sale en su defensa el ingeniero de ferrocarriles y escritor Antonio Montero con una conferencia dictada en la Universidad de Concepción en 1964, y señala enfáticamente que el uso del camión nunca será más barato para el país que el tren y cómo las naciones desarrolladas modernizan cada vez más sus rutas ferroviarias hasta incrementar las economías para sus respectivos erarios.

En Viaje con el turismo social
Es innegable decir que el tren fue un precursor en el fomento del turismo, más reforzado aún con la hermandad de la revista “En Viaje” que permitió dar a conocer en sus páginas los pródigos paisajes de nuestra gama territorial, además de informar y concienciar las gestiones gubernamentales por instaurar políticas tendientes al desarrollo del turismo visto también como la implementación de un posible eje económico de crecimiento para la nación, en este contexto se acuñaba la idea de que a mejor turismo mejor imagen del país en el extranjero. En esta impronta Manuel Jofré, quien en un momento también fuera director de la revista, aclara “El general Ibáñez dio vida al turismo chileno” resaltando que: “Hoy día, que asume la dirección de los destinos de Chile el mismo hombre público que dictara la Ley 4.585, del 9 de febrero de 1929, en virtud de la cual se echaron las bases de la Organización Turística Nacional, nuevamente es necesario hacer recordar a la conciencia pública este problema de tanta importancia para nuestra economía”.
Manuel Jofré, atento al turismo escribe en otro número de “En Viaje” sobre el “Turismo Social” “Si bien el motivo principal del turismo es obtener la mayor afluencia de extranjeros al país, persiguiendo un fin de carácter económico, como es el de incrementar la entrada de divisas, no podemos dejar de considerar esta actividad desde un punto vista social, o sea, el de extender la oportunidad de viajar a las esferas económicas más débiles de la nación”. Esta perfecta línea que da Jofré respecto de un turismo social, engancha también con un hacer patria en que el ciudadano de cualquier estrato social pueda imbuirse del paisaje y la cultura de su tierra que poco conoce. En esta línea de acción Ferrocarriles del Estado ha seguido un criterio semejante, al organizar todos los años entre los meses de noviembre, diciembre, marzo y abril, los “Viajes de Turismo Social” al tener como itinerario los lugares más culturales y hermosos de Chile.

Plumas ferroviarias
Los escritores tal vez hayan sido los más asiduos colaboradores de la revista “En Viaje”, coparon las más diversas disciplinas, más allá de lo puramente literario, dieron perfil, endilgando el camino con un verbo libre, exento de intereses mediáticos. Es posible que por ello en el mandato de Manuel Jofré con la idea de un nuevo impulso de la publicación pagara bien las colaboraciones a los escritores que testimoniaron una época en las cientos de hojas que se imprimieron en la imprenta de Ferrocarriles del Estado, la hasta ese momento más grande de Chile. Entre las avezadas plumas se cuentan a Manuel Rojas, Gabriela Mistral, Nicomedes Guzmán, Luis Durán, Gonzalo Drago, Augusto D’Halmar, Francisco Coloane, Carlos René Correa, Edesio Alvarado, Homero Arce, Eduardo Barrios, Braulio Arenas, Luis Enrique Délano, Humberto Díaz Casanueva, Manuel Magallanes Moure, Efraín Barquero, Antonio Acevedo Hernández, Alfonso Alcalde y Poli Délano.
No podemos olvidar a los poetas jóvenes de ese tiempo, que publicaron sus textos para instalarse en la posteridad de la vasta tradición literaria chilena, de entre los que se cuentan Enrique Lihn, Efraín Barquero, Rolando Cárdenas y el más amante de los trenes, Jorge Teillier, entre otros.

Al final En Viaje
Es muy difícil dividir la revista de la cuncuna con Bigotes de metal. Ante esto, más de algún lector avezado se formulará la pregunta de rigor, ¿qué diría el padre de los carrilanos, Guillermo Wheelwright, al ver la concatenación que tuvo su obra en el futuro?... que no sólo significó transportar pasajeros o sacar al Pacífico las miles de toneladas de materias primas. A ese tenaz y tozudo visionario, Chile le debe el hecho de ser menos pobre, producto de esos miles de brazos que tendieron los rieles en latitudes tan adversas, y que fueron doblegadas por la voluntad de una idea colectiva. Tal vez Chile no cuente con otro ejemplo tan utópico en sus comienzos y tan fértil en su futuro.
Por eso, cuando entren en las páginas de “En Viaje” estarán introduciéndose en vagones con sus faroles aún encendidos y escucharán una locomotora vocinglera que les tomará la mano para recorrer los derroteros de un pasado que se niega a morir.
Rebobinamos los rollos microfilmados y vemos cómo los números y los años pasan vertiginosamente hasta llegar a 1973, año en que cesa la publicación, y con ello el aporte de centenares de colaboradores que hicieron de la revista un reservorio de sus ideas que futuras generaciones tendrán que comprobar a través de los kilómetros de celuloides de la revista En Viaje.

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