viernes, 12 de junio de 2009

La influencia mediática y la crisis de identidad en la mirada poética de Borroni


"Hay una cierta belleza en el horror” comentó alguna vez Ernesto Sábato. Quizá porque del horror se aprende y desde las tragedias ajenas podamos extraer esa belleza que nos ayuda a vernos y comprendernos como personas humanas y condenadas, tarde o temprano, a la catástrofe de nuestra propia muerte.

por Gregorio Angelcos

El imaginario del poeta da cuenta en Madres y Monumentos del caos real vivido por el pueblo palestino a miles de kilómetros de distancia, eclosionando en su cerebro, un poemario en que crea a través de sus versos, situaciones y conatos de una guerra de la cual nunca ha sido protagonista.

Entonces aparece en primer termino el periodista, cuyas fuentes principales de información, provienen de los medios de prensa y en particular de la televisión. Son las imágenes brutales de los reiterados ataques militares a un pueblo casi desarmado, que resiste en condiciones logísticas desiguales, bombardeos que asesinan en forma ciega e indiscriminada a hombres, mujeres y niños que vemos tendidos sobre la tierra árida, sangrantes, mutilados, reducidos por el terror de un fantasma que atraviesa sus vidas literalmente, atropellando sus cuerpos y destruyéndolos sin que medie la reflexión y los sentimientos de culpa en la conciencia de sus agresores.

Enzo Borroni se advierte impactado cuando uno como lector realiza la lectura de sus textos, hay desazón y arrebato en su lenguaje, mucho más que miedo y dolor. Paradójicamente observo en los textos una racionalidad visceral del poeta. Una ideación de los escenarios virtuales que han sido asimilados, en donde el tratamiento de las palabras que van articulando el sentido de sus versos son crudos mísiles que develan el misterio del término definitivo, donde las epifanías de una vida metafísica pierden su consistencia y credibilidad tanto en el Corán como en la Biblia.

De la muerte no se tiene retorno, es un camino lineal y rigurosamente fluido hacia la nada, lo único que queda como testimonio de esta nueva masacre es la vergüenza, y el espanto que hemos acumulado durante siglos, pero que la experiencia y la filosofía no han sido capaces de interiorizar en nuestros corazones.

El hablante palestino que ideó Borroni, exento de creencias fundamentalistas, se siente sorprendido por la invasión que relata como un cronista fiel al ejercicio de su función histórica: “ Ya asoma la guerra su filosa ira de estruendos / y asustados esconderemos nuestras cabezas / bajo los ropajes de la cama. Encenderemos soles / para no sucumbir ante la oscuridad. Escucharemos las conversaciones hecha murmullos / de los muertos en la calle, / mísiles destaparán las sienes de la tierra /desenterrando cadáveres para quitarles / nuevamente sus vidas.

Montaigné refiriéndose a la muerte señaló: "No morimos porque estemos enfermos sino porque estamos vivos". Esto quiere decir que siempre estamos a la misma distancia de la muerte, nadie puede sentirse medio muerto de verdad. Resumiendo lo fundamental de la muerte es que nunca podemos estar a resguardo de ella, la muerte aunque no siempre sea probable, siempre es posible.
Por un lado la conciencia de la muerte nos hace madurar ya que crecemos cuando la idea de la muerte crece dentro de nosotros. Por otro lado la incertidumbre de la muerte nos humaniza ya que nos convierte en verdaderos humanos, mortales.
Los griegos establecían una clasificación para considerar algo o alguien mortal, las plantas y animales no lo son porque no saben que van a morir. Por lo tanto no es mortal quien muere sino quien está seguro de que va a morir. Los auténticos vivientes somos los humanos porque sabemos que dejaremos de vivir y en eso consiste la vida. Algunos dicen que los dioses son inmortales, pero no se afirma que están vivos.
Luego de un cruento recorrido poético por esta ficción, donde el autor va representando las distintas formas en que se expresa la ignominia, se detiene, y crea un paréntesis que titula como INTERMEDIO, y escribe el poema Cumpleaños Palestino, en este texto contrasta la felicidad de la infancia de su hija con él quiebre intempestivo de la vida de una niña palestina que ha sido víctima del bombardeo, es un alegato en contra de que “la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios”. Pero todo fenómeno social y de convivencia colectiva esta interferido por la política y la poesía se sitúa en uno u otro espacio de la trinchera: hay un verso reconocido del poeta Mayakovski que grafica este argumento: "¡Basta de palabras; la palabra es vuestra, camarada Mauser!". Es una apología del fusil a quien le asigna la acción decisiva y final, el disparo que traslada un mensaje de muerte al enemigo que tal vez sea Borroni, cuyo discurso poético está centrado en el derecho legítimo de su poesía, a reivindicar el lenguaje de los muertos que caen bajo el fuego sostenido de asesinos sin rostro, enarbolando las banderas de lo que perciben como su derecho a la libertad.
Vil paradoja que está siempre presente en el discurso estructural de los pueblos que se encuentran atrapados por signos ideológicos o fundamentos religiosos, que se constituyen en los argumentos previos y únicos para sustituir la razón por el crimen.
En Horrores de Occidente, el último tramo de este libro, Borroni regresa a su realidad, Aquí emerge su discurso desde el ágora de la posmodernidad: el bar, definido como el centro cultural, comercial y político donde la interacción social da rienda suelta al conocimiento especulativo.
El poder se desacraliza y en la medida en que se va desnudando, deja en evidencia sus rasgos cínicos y limitados de su acción; entonces frente a la carencia de un proyecto de sustitución de lo existente, aparece el relativismo característico de un mundo plural y diverso, si no hay una razón unificadora de valores y conocimientos, lo que cada cual crea será válido según la cultura o la realidad en que se viva. Esto de alguna manera genera un vacío de ideales en el que no existe un modelo de perfección humana, un tipo ideal. El relativismo se opone así al universalismo, que plantea como tal una escala de valores universales que no tienen lugar en la sociedad plural. Contradictoriamente, la realidad palestina es universal y hegemónica, y la realidad del poeta es relativa e incrédula. Y tal vez en esta dialéctica radique el valor de esta obra literaria.
Dice el poeta: Dudo, / de la existencia de otro / de la mano que pide / y de lo que escupe la boca / cuando está entre nosotros. Dudo de la vida y de la muerte.

Quien duda no cree, y Borroni pone en cuestión fundamentos políticos y religiosos, mira con sospecha a Dios y a una gran cantidad de acciones humanas. Sin embargo, deja entrever una moral, determinada por el apego a la condición humana por el solo hecho de su existencia. Y este factor es una constante en el desarrollo de Madres y Monumentos.

Si nos detenemos en el título podemos sostener que en el inconsciente del poeta hay dos elementos simbólicos de toda realidad humana: una madre, que no es un arma pero que puede protegerte de muchos peligros, y un monumento, palabra que proviene del latín (monumentum, que significa "recordar") y que es toda obra arquitectónica de justificado valor artístico, histórico o social.

Este poemario que alcanza una estética interesante a partir del tratamiento del lenguaje, tiene como soporte afectivo el cordón umbilical de una progenitora y un recuerdo del autor, de su propia adversidad que reconoce que:

“cuando ya no pude creer ni en mi nombre
y encontré la llave que le hacía a todas las puertas,
incluso,
a la de la habitación de Dios”.

Sin señalar que valor podría tener para este heterodoxo una relación con una divinidad.
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