domingo, 9 de septiembre de 2012

Gabriela Etcheverry: de El árbol del pan y otros cuentos. Split Quotation/La Cita Trunca, 2011. Ottawa, Canadá

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ENCUENTRO 

Con un cuchillito de luna lunera,
cortaría los hierros de tu calabozo

 

 

No te contesto, no te miro. Puedo sentir la neutralidad que quiero darle a mi cara, la agilidad de mi cuerpo, de mis piernas de trancos largos. Dejo que el pelo me cubra la cara por el lado donde tú estás. ¿Qué haces aquí junto a mí? No respondes ni puedes porque no te he hecho la pregunta ni te la voy a hacer.  
Tampoco contestaste las cartas que te escribí y que jamás eché al buzón. Me adelanto un poco para dejarte atrás y tu voz o tu silencio me persiguen. Estoy decidida a no abrir la boca. Es fácil. No hay nada que hablar. Cuántas veces se me enredó la lana en las manos tejiendo la espera que yo misma quería inútil. Tratas de tomarme la mano y te ríes de mi gesto brusco que te esquiva el tacto.  
Adivino por qué te ríes y apuro más el paso. Estoy en mi territorio. Sé perfectamente adónde me llevan las calles de la ciudad. Es el mapa mío el que tiene las calles enrevesadas, mi casa, la escuela y la iglesia, el burdel, la panadería. Empiezo a cansarme de verdad. Desmoronarme en un asiento, un café, el calor del sol en la nuca o en la cara. Me acosté tarde preparando los detalles de mi conferencia. Buena acogida. Nunca un éxito con mayúsculas.
“Siempre aparece la misma niña autista en sus ejemplos”. Aplausos, “insights”, “revelations”, bullshit. Con el rabillo del ojo veo tus pantalones, una pierna primero la otra después, así camina la gente que no quiere andar a saltitos por la vida como ando yo. No te quiero a mi lado, nunca en paralelo que me aterras, me hundes, me quemas, me aburres, me llevas por los aires, subo contigo hasta la luna desde donde uno de los dos va a caer. ¿Quién empuja a quién? Los dos juntos entonces, bolsas en el pavimento, quién va a recoger los trozos y armarlos de nuevo. Pero no, nunca son los dos, siempre es uno.
 
Humpty Dumpty sat on a wall, Humpty Dumpty had a great fall. All the King's horses, and all the King's men... Y cae con los ojos bien abiertos mirándote, culpándote eternamente desde esa bolsa informe que es tu cuerpo o el mío clavándote la mirada acusadora desde el suelo. Un banco donde sentarme, un boliche donde tomar un café. No, mejor tu hotel si supiera dónde está. Quizás el camino que estoy siguiendo me lleve derechito hasta allí. “Para un ratito, descansa. Déjame acarrear ese bolso que debe pesar 800 kilos”. No toques mis libros ni mis papeles que me dejas desnuda. Cuarto piso, tiro las cosas en el pasillo y todavía no te miro a la cara. No puedo con tus ojos, con tu risa, con el garbo desgarbado de tus brazos, de tus piernas que ahora me aprietan, no te veo la cara porque estás demasiado cerca, siento tu aliento en mi boca, tu saliva. Te gusta montarme. Too bad, soy yo la que monto, la que miro desde arriba. Murciélago resbaloso entrando en mi cuerpo. No cierres los ojos, mírame contornearme con la cabeza en alto. Las lágrimas tuyas que corren en hilillos por tu cuello quizás se junten con las mías. Encuentro-despedida que funde todos los jugos en un concierto in crescendo. El lamento del gitano cantando pena penita pena se eleva por los aires en un gemido imposible.

La cuerda se rompe y me desplomo gimiendo encima de tus latidos.

 
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