domingo, 9 de septiembre de 2012

“Infinito en un grano de arena”. Ediciones Poemas al Viento. Santiago, 2012. Carlos Ordenes Pincheira. Presentación de Gregorio Angelcos

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Breves pinceladas diseñadas como paisajes poéticos caracterizan a este nuevo libro de Carlos Ordenes Pincheira, algunos poemas epigramáticos, otros, una síntesis minimalista donde la expresión emotiva del autor los hacen contundentes, sólidos, reflexivos, estéticamente delicados, por el buen tratamiento del lenguaje y por sus contenidos, en los que se advierten, una intensidad emocional que los hace sensibles, nostálgicos y actuales.
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La poesía de síntesis tiene el desafío de expresar una idea, un concepto, un acto de belleza, en un cosmos o pequeño universo de palabras con la necesaria precisión del orfebre que modela una joya que debe sorprendernos por sus formas y su belleza, en cierta medida es una invitación a deslumbrarnos con la originalidad de su resultado final.
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Carlos Ordenes después de una larga trayectoria en el ámbito de la poesía, asume este desafío y lo hace con la maestría que lo ha caracterizado a través de su historia y de sus vínculos con la literatura.
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En su Arte poética es taxativo y se impone un padrón creativo:
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“No a la palabra  / enredada en hervidero de culebras y escorpiones / el lirio es sin color de apellido / sabéis como es la nieve, la brasa. Firmamento, lluvia, danza marina… / si no tenéis mágicas vestiduras, / dejad en paz los vocablos.
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El poeta aboga por la transparencia, la fluidez, una estrategia esencial para relacionar el texto con el lector, su lenguaje es ajeno al hermetismo y las complejidades que intentan potenciar un texto poético, desvirtuándolo en el proceso en que se gesta.
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Le gusta el lenguaje natural, cadencioso, su obra está llena de sutilezas, pero no se caracteriza por la suavidad y la simpleza. Es un poeta de versos profundos y existenciales, un cazador de fragmentos de la vida cotidiana, aquellos que pasan desapercibidos para el ojo que transita con una cierta ceguera por la ciudad.
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Hay en estos textos poéticos una asociación entre lo urbano y el paisaje. Se apropia del universo, y lo aprovecha con un sentido donde lo imaginado en el silencio de su conciencia, le permite armonizar, la belleza externa, con lo propiamente humano.
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En su poema Desolación, el poeta reflexiona:

Tus ojos se llenaron de lluvia / al pasar una ilusión sin tocarte…
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Ella llora, tal vez nadie comprenda ese llanto, pero desde sus pupilas llueve, porque encendido el deseo, la expectativa se diluye entre el agua y la piel no recibe las caricias deseadas, ni el amor que estaba latente en esa alma dormida.
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Solo el poeta da cuenta de un incidente de escasa trascendencia en un contexto de vida social múltiple, vertiginosa, pero donde la acción no llega a concretarse, y el amor queda detenido, estático, en el cuerpo silente de alguien que espera.
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Se trata de un Infinito en un grano de arena, Ese amor contenido que no se detendrá ni siquiera con la muerte, por la trascendencia de quien ama de verdad, y aunque el origen de este amor provenga de un ser perdido entre millones de seres que habitan la ciudad, el valor de ser un grano de arena, le devuelve al valor al individuo concreto con sus problemáticas amorosas esenciales, aunque a nadie más le importe. Pero al poeta si, y por esto decide dar cuenta de esta realidad particular.
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En otros momentos de su obra, el poeta deja entrever su sensibilidad con personajes de la historia, que a su juicio nos legan ejemplos de vida, que por si se constituyen en sujetos de arte y de lucha, dignos de ser reconocidos por la poesía universal, me refiero a nuestro cantautor Víctor Jara y Ernesto Che Guevara. A partir de estos textos podemos inferir la postura del poeta frente a la realidad que lo circunda. En estos versos sale del paisaje que caracteriza gran parte de su obra, y alza su voz, para reconocer que tenemos que superar cualitativamente el tipo de vida que se nos ha impuesto desde las nomenclaturas en nuestro país.
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No deja de ser sorprendente una cierta sabiduría que emana de sus textos, porque consciente o inconscientemente, Carlos Ordenes pasa de la estética como definición de lo bello, a una estética con rasgos filosóficos, se permite pensar y sugerir con una brevedad y concisión propias de un maestro que tiene un gran manejo en el oficio: Veamos, en su poema Decepción nos dice:
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No te conviertas en arena llorosa / porque quien ya no ama tus túneles… / y luego afirma con exactitud / lo terrible no es el termino / sino el comienzo que nunca debió ser…
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Desnuda en estos versos, los impulsos de las primeras emociones, esas que sobrepasan nuestra racionalidad, porque afloran convertidas en pasiones desbordantes, se desencadenan inmaduras, porque el equilibrio se ha convertido en expresiones asimétricas, hasta que todo cae por su propio peso. Aparece el dolor como un hecho objetivo, pero lo que nos dice el poeta es que en la partida, el sufrimiento está implícito en esa pasión, y que no tenemos conciencia de percibirlo en el inicio para detener los trastornos del espíritu a tiempo.
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En síntesis y como conclusión, se puede afirmar que estamos frente a una poética que integra un lenguaje sensible, creativo a través de sus imágenes literarias, de mucha profundidad porque el poeta es un certero cazador de instantes, y que el resultado de su obra, nos permite comprender algo más de lo propiamente humano, en una realidad donde el mecanicismo y la materialidad, esconden estos recovecos esenciales del verdadero espíritu del hombre contemporáneo.
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En Arte Fénix


Carlos Órdenes Pincheira (Santiago, 1939): Ha publicado: Grillos en el alma (1962); Lagarto (1963); Llanto milenario (1967); Eternidad (1967); La tierra pide silencio (1974); El viajero iluminado (1975); El cielo sobre los árboles tiembla (1997); Dios en el aire sobre un trino (1997); Alguien camina sobre mi tumba (1998); Firmamental agonía (1999); Llanto milenario (2000); Brizna en la noche sobre el pasto (2000); Poemas para una estancia diluida (2001); De las bestias al hombre (2001); Poemas del monstruo de la laguna verde (2003); La ciudad soñada (2004); La patria que no tenemos (2004).
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