domingo, 4 de noviembre de 2012

Poesía: subjetividad y sublimación del dolor

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"Para comprender, me destruí.  Comprender es olvidarse de amar. No conozco nada más al mismo tiempo falso y significativo que aquel dicho de Leonardo da Vinci de que no se puede amar u odiar una cosa sino después de haberla comprendido." 
Libro del desasosiego. Fernando Pessoa



Para  entender la poesía y sobre todo a Fernando Pessoa debemos arrancar los sentidos de las fauces de la objetividad, el dogmatismo, el intelecto, el moralismo y del funcionamiento del lenguaje que favorecen el pensamiento científico y rígido pero no poético. El poema es un lenguaje subjetivo donde el poeta -simple mortal- huye de la abstracción y de lo eterno para refugiarse en una confesión bastante particular y de sincera sensación. Es cierto que todos los sentimientos humanos tienen naturaleza literaria, pero no hablamos del poeta romántico sufriendo por todos, sino que del propio sufrimiento encarnado en la poesía. Tampoco este tipo de poema es un panfleto canturreado ni es poesía social. El poeta es libre de tratar la postura, el fundamento, la semántica, la sintáctica y el tono tratará el poema. El ámbito de un poema es mágico, irreal, fantasmagórico. Y como diría el poeta Avelino Oreiro, "aunque el poema se halle en las antípodas de la lógica convencional y la realidad, el poema tiene su propia lógica, es algo así como un jeroglífico".

La poesía de Pessoa es sublime, métrica, a-tonal, hermética, profunda, desordenada, desesperada... maldita y nace de la necesidad irremediable de signar la problemática existencial y por lo tanto no tiene como primera necesidad el enfoque de sonar lindo, basarse en lugares comunes o el uso de palabras tan manoseadas como el amor -entendido como el sustantivo definidor del poema-, sino el sublimizar el dolor y convertirlo en arte para dar una razón de grandeza a la existencia. La poesía más allá de si es maldita o no, nace de una rebeldía del hombre a las definiciones, y por lo tanto puede ser una potencia destructiva, in-definidora, entonces dejémosla que se nos aparezca como un misterio, no la falseemos en definiciones, porque no podremos evitar la disección de la palabra, y el amor es el santo mártir de la palabra.

No nos empeñemos tampoco en analizar tanto un poema, faenándolo al fin y al cabo, disfrutémoslo, como advierte Lazaro Carreter, "fondo y forma no pueden separarse, sería tan absurdo como deshacer un tapiz para comprender su trama: obtendríamos como resultado un montón de hilos rotos." He terminado con una cátedra de poesía y remato con este verso de interrogación retórica:"¿que tengo yo que mi amistad procuras?" Lope de Vega.


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